Esta mañana de camino al trabajo, oía la radio, casi sin escucharla, solo como una música de fondo para mis pensamientos cuando una noticia me ha sacado de mi ensimismamiento. O mejor dicho, no era una noticia, ya no es noticia, solo un comentario de pasada sobre el “turismo reproductivo”. Qué poco me gustan esas dos palabras. Y sin embargo, es lo que todo el mundo asocia a las parejas o mujeres que acuden a los centros de reproducción españoles desde el extranjero para tener un hijo.
En la clínica, como creo debe ser en la mayoría de los centros de reproducción de nuestro país, tenemos pacientes extranjeros procedentes de países donde por diversos motivos, no pueden realizarse determinadas técnicas de reproducción asistida, sobre todo la que implica donación de gametos.
He oído que en Europa estamos muy “mal vistos”. No les gusta que recurran a nosotros cuando no pueden conseguir su deseo en sus lugares de origen. Pero que poco saben los que así opinan sobre lo que significa este sueño.
A veces veo algunas parejas que llegan con sus maletas, directamente del aeropuerto por primera vez a un país extraño. No conocen la lengua, ni la ciudad. No saben como será la clínica, ni que personas encontrarán.
Ya en su país, probablemente han pasado un largo camino para llegar al diagnóstico final y aceptar que la única solución es una donación de gametos. Pero allí no hay donantes, y tienen que empezar a buscar, fuera de la ley, de forma solapada, una salida. En ocasiones, es su propio médico el que les dirige, pero otras podrá ser una amiga, una pareja conocida que ha conseguido su hijo, lo que les empuja a esta aventura.
En el laboratorio los ovocitos y los espermatozoides no conocen las fronteras. Los pacientes son todos iguales para nosotros, y en todos ellos depositamos nuestro mayor esfuerzo y cuidado para que paso a paso, desde la fecundación in vitro a la transferencia, consigamos el embarazo.
Pero fuera, cuando ponemos un rostro a esas parejas y vemos su desamparo, el esfuerzo tan enorme que hacen y todo lo que dejan en el camino, quisiéramos que esa energía se acrecentara para que volvieran a su país multiplicados.
El proceso de una técnica de reproducción asistida es a menudo largo y cansado: análisis, hormonas, visitas a la clínica y espera. Mucha espera. Y si a esto le añadimos vuelos, hoteles, inexperiencia…
Cuando veo una pareja extranjera en la clínica, siento profundamente lo que significa el gran anhelo de tener un hijo.
Rocío Núñez Calonge
Embrióloga y subdirectora de la Clínica Tambre