Hasta los años treinta pensábamos que la ovulación se producía en la mujer justo después de la menstruación. Ogino y Knauss comprobaron que no era así sino varios días más tarde, proponiendo su método anticonceptivo basado en el cálculo de los días fértiles próximos a la ovulación y la abstinencia periódica en dichos días. Sin embargo con frecuencia se ha simplificado tanto el cálculo que se piensa que la ovulación tiene lugar a los catorce días de la última regla. Sin embargo esto solo es así cuando se tienen ciclos regulares de veintiocho días de duración entre el inicio de una regla.
Sin embargo esto solo es así cuando se tienen ciclos regulares de veintiocho días de duración entre el inicio de una regla y el de la siguiente, porque el verdadero periodo constante de catorce días se da entre la ovulación y la regla siguiente. De tal modo que cuando se tienen ciclos regulares y constantes de treinta y cinco días, la ovulación tiene lugar a las tres semanas de haber comenzado la regla anterior. Y cuando los ciclos no son todos iguales, que es lo habitual no hay forma de saber con estos cálculos cuál es el momento de la ovulación hasta que, dos semanas después, se produce la menstruación.
Por supuesto el organismo femenino experimenta una serie de cambios en los días periovulatorios que pueden hacer que la mujer sea consciente de que está ovulando, pero mientras que son muy evidentes para algunas mujeres, para otras pasan totalmente inadvertidos. Estos cambios son de lo más variado: pequeñas molestias o distensión abdominal, cambios de humos o de la apetencia sexual… Los cambios de la temperatura corporal son muy sutiles y e poder apreciarlos requiere de una meticulosa toma diaria de la temperatura con fiebre, justo a despertarse y antes de realizar cualquier otra actividad. Pero la principal pega es que el cambio en la temperatura no tiene lugar hasta después de la ovulación, con lo que no tiene utilidad para detectar los días fértiles con antelación. El cambio más fiable, precoz y útil es el que se produce en las características del moco cervical. En los cinco días previos a la ovulación este se va haciendo progresivamente más abundante, claro y transparente, llegando inmediatamente antes de la ovulación a parecerse a la clara de huevo de modo que si tomamos un poco de flujo vaginal entre los dedos y los separamos se formará un pequeño hijo de flujo que se estirará sin romperse varios centímetros. Esta característica del moco cervical periovulatorio se llama ‘filancia’. Actualmente el método más cómodo y fiable de predecir en casa la ovulación son unos tests de venta en farmacias que detectan en la primera orina de la mañana la existencia de hormona luteinizante –LH- que es la orden que envía el cerebro para desencadenar la ovulación, de tal modo que podemos saber que esta se producirá entre 24 y 36 horas después de la positivización del test.
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