El aborto puede llegar a convertirse en una de las experiencias más traumáticas en la vida de una mujer. Independientemente del momento del embarazo en el que ocurra, todas las ilusiones que se han depositado en el comienzo de esa nueva vida desaparecen. ¿Como se puede sobrellevar?
Cuando el aborto sobreviene tras uno o varios tratamientos de reproducción asistida el proceso puede resultar aún más difícil. El esfuerzo, a todos los niveles, que ha supuesto la consecución del tan deseado embarazo se ve truncado por un acontecimiento que se sitúa fuera del control de la mujer y que suele ser completamente inesperado.
Es normal que la mujer pase por un periodo de duelo. Las emociones que más se experimentan son tristeza, ansiedad y miedo. También es habitual que aparezca un sentimiento de culpa, una falsa creencia de que ella misma ha podido ser la causante del aborto o bien de que se podía haber hecho algo para evitarlo.
La ansiedad va a estar relacionada con los miedos anticipatorios: ¿me volveré o no a quedar embarazada?, ¿qué pasa si me quedo embarazada y lo pierdo otra vez? En el caso de que el aborto sea programado la ansiedad suele generarse por la duda de haber tomado o no la decisión correcta y el temor ante el hecho de enfrentarse a un procedimiento quirúrgico.
El duelo experimentado se relaciona con distintos factores. Tendrá más o menos intensidad dependiendo de la mujer, del apego que se haya establecido, de sus propias capacidades de afrontamiento y de las circunstancias personales (apoyo externo, si tiene más hijos o no, edad…). Cuanto más avanzado esté el embarazo mayor sufrimiento experimentará pero eso no quiere decir que las pérdidas ocurridas en el primer trimestre se sientan con menos intensidad.
Otro factor añadido, es que cuando hay un aborto, se suele mantener en secreto. La mujer, y por ende la pareja, se aisla y les resulta muy difícil compartir su dolor con otras personas. Aparece un sentimiento de fracaso y no es fácil para la mujer ver como otras mujeres de su entorno han sido capaces de engendrar sin problemas mientras que ella no ha podido llevarlo a cabo. La situación se vive como tremendamente injusta, al pensar que otros pueden y ella no.
Para el hombre tampoco resulta fácil, también es una situación dolorosa. Aunque las emociones pueden ser diferentes, es común que no sepan como reaccionar. En un primer momento sienten la necesidad de ‘hacerse los fuertes’, creen que es lo que se espera de ellos y procuran convertirse en el apoyo que necesita su pareja para superarlo de la forma más rápida posible. Pero esta fortaleza suele ocultar dolor e impotencia, sentimientos de duelo que quedan reprimidos para no hacer sufrir más a su pareja. Sería mucho más beneficioso emocionalmente liberar y compartir con ella la pena, permitiéndose así llorar juntos la pérdida.
Tanto para ella como para él, es muy importante pasar por este proceso de duelo y no intentar minimizar los sentimientos que lo acompañan. Hay una serie de frases que, dichas con la mejor intención, pueden resultar contraproducentes y generar más dolor e incomprensión. Es importante que el entorno muestre la mayor empatía posible. Debemos respetar la necesidad de sentir esa tristeza y brindar mientras tanto todo nuestro apoyo, respetando los tiempos que pueda necesitar cada uno para hablar sobre lo que ha ocurrido.
En los casos en los que los sentimientos de duelo así como una posible sintomatología física relacionada (trastornos en el sueño, de la alimentación, disfunciones sexuales asociadas,…) se prolonguen en el tiempo y generen un creciente malestar, será recomendable consultar con un psicólogo que nos ayude a superar la pérdida.
A la hora de plantearse un nuevo embarazo, el mínimo de tiempo que se recomienda es de 3 meses, aunque la Organización Mundial de la Salud lo amplia a 6 meses para poder recuperarse de las consecuencias psicológicas. Cuando la pareja se sienta de nuevo preparada, ha de afrontarlo con ilusión, procurando dejar los miedos atrás y dándose una nueva oportunidad. La pérdida no se olvidará nunca y quedará dentro de nuestro corazón pero esto no ha de impedirnos que podamos afrontar nuevos retos y sentir esperanza.
Mónica Bascuñana Garde
Psicóloga en Clínica Tambre