Acabamos de ver los ovocitos que han fecundado tras las punciones de ayer y los embriones que vamos a transferir, y me he llevado una gran alegría: han fecundado todos los ovocitos de las tres pacientes y se han dividido todos los embriones.
Aunque ya se que esto no depende de nosotros, y que la fecundación puede fallar por la calidad de los óvulos o de los espermatozoides, siempre que empiezo a primera hora de la mañana, lo hago con un nudo en el estómago, temiendo que haya algún caso que no fecunde ningún ovocito, que no haya división embrionaria o que los embriones no sean de muy buena calidad… Sin embargo, en días como hoy, en los que solo voy a poder dar buenas noticias, me imagino la alegría que les voy a dar a cada una de las mujeres con las que he hablado, y siento ya como mías sus esperanzas y sus ilusiones.
Es difícil para mí encontrar, muchas veces, el término medio de una noticia. Y da igual si es buena o mala, siempre habrá numerosas interpretaciones. Pero en ocasiones se generan demasiadas expectativas, que luego hay que ir deshaciendo poco a poco, como un nudo resbaladizo. Y otras, el pesimismo es como una nube tóxica que te envuelve al otro lado del teléfono, y por más que lo intentes no consigues disipar.
Ayer, por ejemplo, dimos un resultado positivo a Ana, una paciente que solo había tenido embriones de bastante mala calidad. Sin posibilidad de poder congelar ninguno. Su último intento, el tercero. Todavía recuerdo, cuando hablé con ella para informarle de la calidad de los embriones y del día que tendría que venir a la transferencia; la mezcla de desilusión, desesperanza y enfado de su voz.
En vano fue intentar explicarle que la calidad embrionaria es algo bastante subjetivo, pero la única herramienta que, hoy por hoy, podemos utilizar para seleccionar embriones. Y que ha habido muchos casos de embarazos y niños perfectos con embriones que en principio pensábamos no eran muy buenos. Estaba absolutamente convencida de que no conseguiría el embarazo. Pero la beta positiva es como la palabra mágica, como el abracadabra de su realidad. Ojalá pudiera dar a todas la misma fórmula de felicidad. El mejor regalo de Navidad.
Pero ahora tengo que empezar con las punciones de hoy. Acaban de decirme que no podrá venir mi compañera, que está enferma con gripe. Lo siento por ella, pero mucho me temo que el próximo fin de semana tendré que volver a trabajar.
Año Nuevo en Tambre. En fin. Esto es así. La otra cara de la moneda. De una moneda que siempre recompensa, cuando ves el fruto de tu trabajo, tan maravilloso que casi no te lo puedes creer. Y merece la pena.
Tampoco voy a caer en la estupidez de pensar que somos responsables de estas nuevas vidas. Ya sé que solo somos instrumentos para corregir alguna deficiencia y dar un empujoncito a la naturaleza. Me emocionan más esos sentimientos que vivo cada día y que no cesan.
Como la vida.