El tipo de trabajo influye en la fertilidad ya que existen algunos tóxicos específicos de determinados trabajos que pueden afectar gravemente a la fertilidad, y aunque no son muy frecuentes es importante poder detectar dichos casos.
Por ejemplo la exposición al percloretileno que puede darse en personal que trabaja en tintorerías, el tolueno en las imprentas o al óxido de etileno y diversos disolventes que se utilizan en la industria química se asocian con una clara disminución de la fertilidad. Igual ocurre con muchos de los productos usados en agricultura como herbicidas, pesticidas o fungicidas que afectan a la fertilidad tanto del varón como de la mujer y aumentan el riesgo de aborto. La exposición a metales pesados también afecta a la producción seminal, así como un aumento continuo de la temperatura escrotal, tanto por exposición a calor radiante procedente de hornos como por un exceso de horas sentado al volante o frente al ordenador.
Por el contrario, pese a lo que a veces se puede escuchar de fuentes mal informadas, ni el ordenador en sí, ni las fotocopiadoras ni otros instrumentos electrónicos afectan a la fertilidad ni en el varón ni en la mujer ni suponen un riesgo en el embarazo, como tampoco a la exposición a ondas electromagnéticas utilizadas cada vez con mayor frecuencia en redes inalámbricas o tecnología bluetooth.
Otro mecanismo por el que el trabajo puede afectar a la fertilidad es el estrés y la ansiedad que con frecuencia generan los problemas laborales. Aunque no es nunca el estrés la única causa de esterilidad salvo en situaciones extremas de amenorrea por anorexia nerviosa, sí puede influir sobre una fertilidad ya disminuida por otros factores incluso por el hecho de disminuir la frecuencia en las relaciones sexuales. Y, en cualquier caso, lo que sí es una realidad y un hecho habitual es que tanto la dificultad para conseguir el embarazo como el someterse a tratamientos de reproducción asistida aumentan el estrés, la ansiedad y las tensiones en la pareja. Por ello, es importante saber controlar dicha ansiedad y estar siempre bien alerta para que en el momento en que dicho estrés empiece a ser mal controlado y adueñarse de la situación coger buenas vacaciones tanto del trabajo y los problemas habituales como del estrés que suponen los tratamientos. Son muchos los casos en los que unas buenas vacaciones sirven para retomar el tratamiento con otros ánimos algunos en los que deja de ser necesario porque en ellas se consigue un embarazo espontáneo.