He llegado a la Clínica y me he encontrado al turno de la mañana de recepción, desayunando en la cocina. Hasta dentro de una hora no se abre a los pacientes (la primera paciente está citada a las ocho menos cuarto), pero hay algunas parejas que vienen antes, y no les gusta que estén esperando en la puerta. Además, a esta hora hace ya bastante frío y venir a la hora y verlas ateridas no es algo que queramos para nadie.
La persona que está encargada de mantenimiento es la primera que acude, abre la puerta y conecta todas las luces, la calefacción y todo lo demás… A veces, cuando llego temprano, tengo la sensación de que la clínica no se ha cerrado por la noche, y todo sigue igual a como lo dejé el día anterior.
Pero también hay madrugadores en el laboratorio: dos de mis compañeros ya están vestidos de pijama azul y en su puesto de trabajo, ordenando las historias del día, y poniéndose en marcha.
Lo del pijama a veces es un poco latoso, porque tener que trabajar en condiciones estériles nos hace que nos cambiemos cada vez que tenemos que salir del recinto de la clínica. En ocasiones, prefiero pasarme todo el día en la clínica y no salir a la calle por la pereza de cambiarte con la ropa de calle y tener luego que ponerme el pijama.
Arriba, en la tercera planta, está el laboratorio de embriología. Ya está todo listo cuando llego, los microscopios, la campana y todos los aparatos encendidos. Voy a esperar, de todas formas unos minutos para dejar que actúe la campana: todo lo que hacemos con los ovocitos y los embriones tiene que ser dentro de la campana de flujo laminar, para que así las condiciones sean aún más estériles y más idóneas para los óvulos y embriones.
Muchas gente piensa que los más sensibles son estos, los embriones, y a los que tenemos que tratar con más mimo, con una temperatura adecuada, y sin que sufran la luz directa del laboratorio. Pero no saben que, como todo, hay que cuidar los principios. Los ovocitos son aún más delicados, e incluso desde el momento en que se realiza la punción, hay que mimarlos en extremo, no bajando en ningún momento la temperatura de 37ºC, que es a la que deberían estar en su hábitat natural: el ovario.
Por eso, en el laboratorio de FIV, además, trabajamos a oscuras, y hay que extremar las precauciones para que todo se realice con exquisito cuidado.
Voy a volver a mirar las historias de las pacientes que hay hoy, y que ya comentamos ayer en la sesión clínica de todas las mañanas. Tenemos que ver cómo ha ido la fecundación de las punciones de ayer, y cómo se han dividido los embriones resultantes de las punciones de anteayer. La mayoría de estas pacientes se harán la transferencia de embriones hoy, pero puede que algún caso sea conveniente dejarlo para mañana, si no estamos muy seguros de qué embriones vamos a transferir. Y tenemos que hacerlo antes de que empiecen las punciones, para que dé tiempo a tener cada caso muy claro, y si hay algún cambio, llamar a la paciente para citarla o informarle de cómo ha ido la fecundación. Tenemos también que cambiar los embriones de medio de cultivo: casa fase requiere un medio distinto, con diferentes nutrientes según sea su etapa: zigoto (ovocito fecundado), embrión de día 2 (2 ó 4 células), embrión de día 3 (6 u 8 células), o embrión de día 5 ó 6 (blastocisto).
Así que, en marcha… Los embriones no esperan.
Dra. Rocío Núñez Calonge
Embrióloga y subdirectora de la Clínica Tambre