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Esta nueva entrada de Eva María Bernal, autora del blog Creando una familia en colaboración con la Dra. Rocío Núñez, embrióloga y subdirectora de la Clínica Tambre, aborda la epigenética en la donación de óvulos.
Eva María Bernal
Como madre de niños nacidos por donación de semen y embriones, la epigenética fue un gran descubrimiento y a la vez un gran aliado que me acompañó durante el proceso de renuncia a mis genes y que al día de hoy, sigue mostrándome como mis hijos son como son por haber sido gestados por mí.
Si le pienso, en el fondo es muy obvio: es imposible que por ejemplo su aspecto físico o su salud fueran las mismas si hubieran nacido en otro lugar y con otras personas.
El embarazo de mis mellizos, por ejemplo fue muy bueno y aguanté hasta la semana 37. Bastantes embarazos múltiples traen partos prematuros y eso podría haberles marcado de alguna manera. Después mamaron durante tres años y la comida que intento que tomen como base es lo más sana y ecológica posible (aunque según van creciendo es cada vez más difícil).
Gracias a la epigenética sé que desde el momento en el que me transfirieron los embriones, todo el intercambio que se produjo entre ellos y el endometrio, empezó a marcar su desarrollo y su conexión física conmigo. Mis enzimas, mis proteínas, mi sangre, si yo tenía diabetes o no de una manera u otra les estaba influyendo en cada paso de su crecimiento fetal.
Durante el embarazo, una de ellos fue ocupando mayor espacio en la tripa y eso podría haber sido la causa de que la niña sea más pequeña, o sea que su medio ambiente de ese momento, ya estaba también influyendo en cómo son a día de hoy.
Toda la leche materna que tomaron entiendo que también tiene que ver con su estado de salud, con si son más o menos delgados y otros muchos aspectos que seguramente desconozcamos de los beneficios de ese tipo de alimentación. Pero podría haberles dado solamente tres meses de pecho o no haberles dado en absoluto y es posible que hubieran sido diferentes, quizás más gorditos o menos altos o ¿quién sabe? Su medio ambiente de estos años también estuvo sentando las bases de lo que será su salud futura.
Y un día descubrí que la epigenética no empezaba en la relación de mis hijos conmigo sino mucho antes. En el caso de los niños nacidos por reproducción asistida tenemos que pensar que hasta los líquidos utilizados en laboratorio para mantener los óvulos están dejando su impronta en nuestro embriones. ¿No te parece que es fascinante?
Y podemos seguir con las decisiones sobre nuestra salud que estamos tomando día día, cómo fue el ambiente en el que crecimos nosotros para tenerla, cómo ocurrió en el caso de nuestros padres y así podríamos seguir seguir…
Rocío Nuñez
Soy bióloga, y como tal, desde siempre me han enseñado el papel del ADN en la herencia genética y como este es el responsable de que los hijos se parezcan a sus padres. Y también que este mensaje genético se encuentra en el núcleo de los óvulos y los espermatozoides.
Sin embargo, cuando miro detenidamente a los embriones en el laboratorio a la espera de que una madre los acoja y los desarrolle durante nueve meses, me es difícil creer que esa madre no tiene nada que ver en esa herencia. Y esa idea que me ronda por la cabeza toma más forma aún cuando vienen las pacientes a enseñarnos unos niños que son iguales a sus padres o madres no biológicos: ese color de ojos, esa sonrisa, ese gesto…
No sé si la respuesta está en la epigenética, algo que hace mucho que existe pero que hace relativamente poco que tenemos en cuenta.
Aunque sabemos que muchas de las características de una persona están escritas en su ADN (en concreto, en los genes que codifican la forma y función de las proteínas, la mano de obra de la célula), se sabe que la experiencia diaria también importa. Existe otro código que ejerce importantes efectos sobre la salud y el aspecto de los organismos, se escribe con marcadores químicos y se encuentra fuera de la secuencia de ADN. Muchas de las contingencias de la vida, como la alimentación, los contaminantes y el estrés, afectan al funcionamiento de los genes. Eso es lo que se llama información epigenética, y demuestra la importancia que el ambiente tiene en el desarrollo.
Y si se sabe que existen determinadas enfermedades que tienen un origen epigenético, ¿por qué no pueden tener el mismo origen determinados rasgos de los niños nacidos por donación de gametos? Todo esto es todavía un misterio para nosotros, y la investigación aún está comenzando.
No me gusta hablar de hijos biológicos y los que no lo son. Porque nosotros, en el laboratorio, lo único que hacemos es ayudar a la naturaleza y dar un empujoncito para que se desarrollen esos embriones que van a tener un hogar materno. Juntamos óvulos y espermatozoides y los cultivamos y mimamos durante unos pocos días. Pero lo verdaderamente importante es que a partir de ese pequeño conjunto de células nacerá un niño que su madre ha cuidado y alimentado durante tanto tiempo, como una parte de sí misma.
¿Cómo no va a ser éste un hijo biológico?
Este artículo también ha sido publicado en el blog de «Creando una familia».