Aunque la edad de la menopausia o última regla solo puede establecerse a posteriori, con al menos seis meses de retraso, es cierto que los años previos a la menopausia, en los que la reserva folicular de los ovarios se encuentra ya casi agotada, las posibilidades de embarazo espontáneo se encuentran muy disminuidas. También disminuye en tales circunstancias la respuesta de los ovarios a la estimulación farmacológica de la ovulación y por tanto se reducen las posibilidades de las técnicas de reproducción asistida. En ambos casos, además, aumenta el número de óvulos con cromosomopatías, lo que supone un porcentaje elevado de abortos precoces (además del riesgo de gestar un hijo con alguna de las cromosomopatías compatibles con la vida la más frecuente de las cuales es la trisomía 21 o síndrome de Down). Por ello sería sumamente interesante poder detectar qué mujeres se encuentran en dicha época inmediatamente previa a la menopausia aun cuando conserven todavía sus ovulaciones y sus menstruaciones. Conceptualmente esta situación es lo que definimos como fallo ovárico oculto, pero su diagnóstico en la práctica no es nada sencillo. Fundamentalmente porque los cambios detectables comienzan muchos años antes del declive definitivo de la fertilidad y la llegada de la menopausia.
El declive de la fertilidad por un agotamiento acelerado de la reserva folicular comienza ya trece años antes de la menopausia, cuando en los ovarios quedan unos 25.000 folículos, por lo que en la mayoría de las mujeres este declive comienza entre los 35 y los 43 años. El primer cambio apreciable es una disminución basal de la Inhibina B, una hormona producida por los folículos en reserva que inhibe la producción hipofisaria de FSH, de donde viene su nombre. Lógicamente la disminución de Inhibina B por la escasez de folículos tiene como consecuencia el aumento de FSH. Valores de Ibhibina B por dabajo de 15 ng/ml y altos de FSG, por encima de 10 ng/ml, nos indican que aunque existan todavía ciclos regulares y, por supuesto, posibilidades de embarazo, incluso espontáneo, el ovario ha comenzado ya esa fase de depleción folicular y declive de la fertilidad, lo que suele acompañarse de una baja respuesta ovárica a la estimulación. Aunque este periodo es muy amplio, estos son los criterios básicos para diagnosticar un fallo ovárico oculto, especialmente si la ecografía muestra pocos folículos antrales o basales y con el test de clomifeno la FSH permanece elevada.
En un primer momento de esta etapa final de la vida fértil los cilos se acortan ligeramente por una disminución de la duración de la fase folicular y un adelantamiento de la ovulación, manteniendo niveles normales de LH y ligeramente elevados, aunque dentro de un rango de normalidad, los de estradiol. Años más tarde los ciclos comenzarán a alargarse y a ser irregulares, con grandes retrasos por no conseguir la ovulación algún mes. Solo cuando los ciclos se hacen superiores a 42 días, aumentan los niveles de LH y caen los valores de estradiol podemos suponer el fin de la fertilidad de la mujer y prever el fin de sus reglas antes de dos años.