En los casos de falta de ovulación como cuando no baja la regla o lo hace con largos retrasos, es claro que el tratamiento más lógico es un fármaco que induzca a la ovulación. Pero también cuando las ovulaciones y las reglas son regulares se suele recurrir en caso de necesitar una técnica de reproducción asistida a la inducción de la ovulación.
En los casos de coito programado o inseminación artificial, la inducción a la ovulación permite controlar mejor el ciclo y establecer el momento oportuno del coito o la inseminación; pero además, con frecuencia, se busca que el ovario no produzca un solo óvulo maduro cada ciclo sino que dé lugar a dos o tres para que aumenten las posibilidades de que alguno de ellos se fecunde y se obtenga el embarazo. El aumento de posibilidades de embarazo al aumentar las dosis empleadas se acompaña también de un aumento de riesgo de embarazo múltiple.
En los procesos de Fecundación in vitro (FIV) o ICSI las dosis empleadas son mayores porque lo que se busca es una ‘superovulación’ en la que se obtenga un alto número de óvulos, generalmente más de cinco. Como los óvulos se extraen del ovario y se fecundan en el laboratorio, el riesgo de embarazo múltiple no depende de los óvulos producidos por el ovario sino tan solo del número de embriones transferidos tras la fecundación. Como no todos los ovocitos obtenidos consiguen siempre fecundarse y llegar en buenas condiciones al momento de la transferencia, es importante conseguir un número suficiente de ovocitos para asegurar que disponemos de embriones para transferir. En caso de que el número de embriones finales sea superior al que se desea transferir, estos pueden congelarse o criopreservarse para ser transferidos posteriormente sin necesidad de una nueva inducción de la ovulación.