La ecografía es un medio de diagnóstico por la imagen que permite examinar los órganos internos del cuerpo mediante ondas ultrasónicas de alta frecuencia totalmente inocuas para los tejidos. Conforme las ondas van atravesando los tejidos la imagen va perdiendo definición, especialmente cuando atraviesa grasa o aire, aunque con una excepción: el agua, o los fluidos o tejidos ricos en ella (como la orina o la sangre), son un excelente conductor de los ultrasonidos. En cualquier caso, por regla general los órganos más superficiales, o más próximos a la sonda ecográfica, se verán mejor.
Al principio se usaba la ecografía abdominal para explorar los órganos genitales internos; en ella, para evitar la distorsión que produce el gas intestinal se hace impresdindible que la vejiga urinaria esté llena, para que de este modo desplace hacia arriba el úteros y los ovarios. Aun así, en condiciones normales la evaluación del útero y los ovarios a través del abdomen es dificultosa, especialmente cuando se tiene una importante capa de grasa en el abdomen.
Posteriormente la fabricación de sondas cada vez más pequeñas ha permitido que podamos colocarla en el fondo de la vagina con una leve molestia para la paciente, y poder realizar así la ecografía por vía vaginal. Esta vía permite aproximarnos mucho más los órganos que queremos estudiar y poder así verlos no solo más grandes sino con una nitidez incomparable. Además al ser innecesario tener la vejiga llena de orina, la molestia que se genera con la exploración vaginal es casi siempre menor.
Incluso en las mujeres con himen íntegro, muchas veces es posible realizarla sin perjuicio alguna pues las sondas modernas son casi tan pequeñas como un tampón. Aún así, cuando no es posible se puede hacer una ecografía abdominal o bien por vía transrectal, introduciendo la sonda por el ano, que aunque más molesta o desagradable nos permite conseguir imágenes similares a la ecografía vaginal.
Existe otra excepción en la cual la ecografía abdominal ofrece mayores ventajas sobre la vaginal, y es cuando los ovarios o el útero son de gran tamaño –por quistes, miomas o por un embarazo avanzado, ya que las estructuras se alejan demasiado de la vagina para una correcta valoración.