Hace 15 años me detectaron cáncer de mama.
Y aquí estoy, hoy tengo 45 años, con la enfermedad completamente superada; y no tengo hijos.
Ahora, eso ya no importa. Soy feliz tal y como estoy, y las pocas veces en que pienso en lo mal que lo pasé, estoy contenta de estar viva.
En una de mis últimas revisiones con el oncólogo, éste me dijo: ¡Me alegro de poder atender a una superviviente! Y eso me hizo pensar que no era baladí lo que me ocurrió.
Ahora, las cosas han cambiado. El cáncer de mama se cura en un 80% de los casos, y las mujeres que lo padecen siendo jóvenes, como a mí me ocurrió, ya no temen tanto por su vida, sino por su futuro. Y su futuro, sus ilusiones, en la gran mayoría de los casos, es la maternidad.
Yo también lo pensé.
Pensé en tener hijos después de saber que podía curarme. Y me curé. Y no pude tener hijos.
Y aunque ya no me importe, me hubiera gustado tenerlos.
Pero aunque quince años no son nada (menos de los que dice el tango…), las cosas han cambiado mucho, y la ciencia ha avanzado enormemente. Entonces se podían congelar los óvulos, pero los oncólogos no informaban más que de lo que corresponde a su especialidad; además, no estaban muy claros los resultados, y la ley tampoco lo permitía abiertamente.
Hoy en día, la vitrificación de óvulos, o de ovocitos, como los llaman los expertos, es una técnica que se realiza de forma habitual.
Mi hermana trabaja en la Clínica Tambre, me ha hablado de esta técnica por la que miles de mujeres consiguen ser madres tras superar el cáncer de mama. En cualquier momento del ciclo se puede estimular la producción de óvulos con una medicación que no interfiere con el cáncer, y que no es peligrosa. Entonces, se extraen y se congelan hasta que se decide utilizarlos.
Son muchas las mujeres que ahora tienen la oportunidad de poder congelar sus óvulos para el futuro. Y decidir libremente si quieren o no quieren. Pero intentarlo.
Yo soy feliz ahora. Pero me hubiera gustado tener esa oportunidad.