Las gonadotropinas: El nombre se compone de dos raíces griegas, gonée: semilla o simiente y tropée: vuelta o viraje. Literalmente significa ‘que tiene afinidad por las gónadas (ovarios o testículos)’, y hace alusión a las tres hormonas que fisiológicamente ejercen su efecto principal sobre estas gónadas.
La primera es la Gonadotropina coriónica o Chorionic Gonadotropin (CG) y se produce solo en el corion o la placenta en el embarazo, de tal modo que es la que se ha utilizado siempre para el diagnóstico del embarazo. Inicialmente se estudiaba su efecto en los ovarios de consejas tras administrarle orina de la mujer que deseaba saber si estaba embarazada y sacrificar al animal. Más tarde se descrubrió que inyectando dicha orina a una rana macho, la gonadotropina coriónica producía en esta una eyaculación, dando lugar a la famosa ‘prueba de la rana’. Con el desarrollo de las técnicas bioquímicas de determinación de hormonas se pudo comenzar a valorar cómodamente la existencia de esta hormona en orina, lo que indica la existencia de un embarazo.
La gonadotropina coriónica humana es una molécula compuesta de dos unidades, alfa y beta, de las que la segunda es más específica de esta hormona, o diferente de otras hormonas parecidas como la LH. Por eso es esta fracción beta de la Hcg la que se determina en sangre cuando se quiere conocer la cantidad exacta de hormona producida por el embarazo.
Ya en los años 30 comenzó a utilizarse la gonadotropina coriónica para la inducción de la ovulación, procedente de extractos de orina de yegua preñada. Su principal problema era que al ser proteínas de origen animal producían anticuerpos en la receptora y a partir del segundo ciclo perdían casi toda su actividad. Esto se resolvió al comercializarse la Gonadotropina coriónica humana (hCG: human Chorionic Gonadotropin) procedente de extractos de orina de mujeres embarazadas. Esta misma hCG, cada vez con mejores técnicas de purificación, fu la única disponible hasta la reciente aparición de la rhCG o hCG recombinante, producida por bacterias a las que mediante técnicas de ingeniería genética se les ha insertado el gen humano que codifica la producción de hCG.
Las otras dos gonadotropinas suelen conocerse, como la anterior, por las siglas de su nombre en inglés. La FSH (Folicle Stimulant Hormone) u Hormona luteinizante. Ambas de producen en la hipófisis anterior o pituitaria, una glándula alojada en la base del cerebro. La FSH al llegar al ovario induce el crecimiento del folículo, y la LH, necesaria también en pequeñas cantidades en esta primera fase, tiene el papel principal de desencadenar la ovulación y el desarrollo del cuerpo lúteo en el ovario. De ahí el nombre de estas dos hormonas.
Como en el caso anterior, en los años 30 comenzaron a utilizarse extractos animales a partir de pituitarias de cerdos y ovejas, con los mismos problemas de inactivación por el desarrollo de anticuerpos. Para evitarlos en los años 50 comenzaron a utilizarse extractos obtenidos de glándulas pituitarias de cadáveres humanos (hPG o Gonadotropina pituitaria humana), pero fueron retiradas en los años 80 del mercado por su relación con algunos casos de transmisión de la enfermedad de Creutzfeld Jacob (la famosa ‘enfermedad de las vacas locas’), de modo que se limitó el uso de los extractos obtenidos de orina de mujeres postmenopaúsicas (hMG o Gonadotropina menopáusica humana).
Dado que en la menopausia, al ceder la actividad del ovario, la hipófisis o pituitaria aumenta su producción de FSH y LH, estas hormonas se encuentran en altas cantidades en la orina de las mujeres tras la menopausia. Su uso por la industria farmacéutica proporcionó durante muchos años una buena fuente de ingresos a comunidades religiosas o residencias de ancianos encargadas de proporcionar la gran cantidad de orina destinada a la obtención de hMG.
La mejora de las técnicas de purificación permitió obtener preparados de FSH urinaria, de este mismo origen pero sin apenas LH u otras sustancias. Como en el caso de la hCG u otras hormonas como la insulita, las modernas técnicas de recombinación genética que incorporan genes humanos al ADN de bacterias han permitido la obtención y comercialización de estas hormonas en su estado puro, las llamadas gonadotropinas recombinantes: rFSH y rLH.