La gestación a partir de los 40 años implica una serie de riesgos que derivan de dos factores diferentes: el envejecimiento del óvulo y factores propios de la edad de la mujer que pueden dar lugar a complicaciones, incluso cuando empleamos óvulos de donante.
Los factores relacionados con el óvulo se deben al hecho de que el óvulo permanece bloqueado en su desarrollo durante años, y sólo completa la distribución de sus cromosomas en el momento de la ovulación. Esta situación implica que, con la edad, sea más probable observar anomalías en este proceso y por lo tanto tener óvulos con dotación cromosómica anómala. Un óvulo genéticamente alterado dará lugar a embriones con anomalías que tendrán más probabilidades de no implantar, de dar lugar a abortos, trisomías o malformaciones. El riesgo de aborto de una mujer de 40 años duplica al de una de 35 (40% frente a un 20%); mientras que el riesgo de síndrome de Down es de 1 por cada 85 gestaciones (frente a 1 de cada 353 con 35 años). El envejecimiento ovárico cursa además con una depleción de folículos y una peor calidad de las células que lo componen, por lo que la respuesta a las estimulaciones ováricas es peor en cuanto al número de ovocitos obtenidos y a la calidad de los mismos y por lo tanto a las posibilidades de conseguir embriones.
En cuanto a otro tipo de riesgos inherentes a la edad, e independientes de los ovocitos, están relacionados con diversos factores. Por una parte, es frecuente que las mujeres de más edad asocien patología de otro tipo: hipertensión ( el riesgo se multiplica por 2-4 a partir de los 35 años); diabetes, obesidad, síndrome metabólico que asocia varios de estos factores de riesgo cardiovascular. No es inusual que las mujeres de edad avanzada hayan padecido enfermedades sistémicas más o menos graves y que se enfrenten a la gestación con un bagaje de problemas de salud a considerar.
Al margen de esta patología asociada, se ha descrito mayor incidencia de patología relacionada con la formación de la placenta.Una placentación anómala puede dar lugar a preeclampsia ( un cuadro hipertensivo propio del embarazo) , crecimiento intrauterino retardado o desprendimiento de placenta. Estos cuadros pueden ser muy peligrosos para madre y feto , en ocasiones incluso letales. El manejo de este tipo de patología, a menudo, requiere la finalización temprana del embarazo y por lo tanto, el nacimiento de niños prematuros. La prematuridad, pese a que las tasas de supervivencia mejoran constantemente, puede, en los caos extremos, dejar importantes secuelas en el niño: neurológicas, auditivas, cegueras… por lo que sigue siendo una temida complicación en obstetricia.
La diabetes gestacional se da con mayor frecuencia en gestantes de edad avanzada. La principal complicación es la macrosomía y sus secuelas; mientras que el riesgo incrementado de malformaciones y aborto se da más cuando la diabetes es pregestacional. Los neonatos pueden presentar hipoglucemias al nacer y se han descrito igualmente complicaciones a largo plazo.
En el momento del parto, las madres de más edad tienen mayor incidencia de inducción, anomalías en la evolución del parto, parto prolongado, parto instrumental, cesárea programada y urgente, rotura uterina tras cesárea y hemorragia postparto. Las complicaciones en el post-parto también son más frecuentes y se ha de prestar especial atención al riesgo de trombosis.
La gravedad de estas complicaciones se ve incrementada en los casos de gestación gemelar, por lo que desde las unidades de reproducción se promueven todo tipo de medidas para evitar la gestación gemelar en mujeres de avanzada edad reduciendo el número de embriones a transferir.
Por lo anteriormente expuesto, se comprende que antes de plantear un embarazo en mujeres de más de 40 años, es recomendable una valoración preconcepcional para identificar y ajustar factores de riesgo. Durante la gestación el seguimiento ha de ir encaminado a detectar anomalías fetales, preeclampsia y diabetes, lo cual a menudo requiere de un control más estricto que otro tipo de casos.