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Esta nueva entrada de Eva María Bernal, autora del blog Creando una familia en colaboración con la Dra. Rocío Núñez aborda cómo vivir la betaespera, la versión de médicos y pacientes, tras un tratamiento de reproducción asistida.
Eva María Bernal
Una de las cosas buenas que tiene el primer tratamiento de Reproducción Asistida que te haces en una clínica es que ignoras qué es la betaespera.
Ay, bendita inocencia…
Porque si pensabas que cuando mes tras mes habías estado esperando a que no te viniera la regla y tras comprobar que llegaba sin un día de retraso, considerabas ese tiempo como algo durísimo, ahora, con la experiencia que seguramente estás adquiriendo, te pones a compararlo con cómo los vives actualmente y te das cuenta de que entonces era mucho más fácil de llevar.
A no ser que hayas utilizado test de ovulación el hecho de la reproducción natural es algo que incluso siendo una mujer con ciclos regulares no acabas de controlar del todo.
Siempre te puede caber la duda de si ese flujo más abundante o ese dolor de pecho o ese cambio de humor pueden estar teniendo que ver o no con tu ovulación; pero cuando vas a una clínica y te hacen una inseminación el día de la ovulación o ya en el caso más evidente, cuando te transfieren un embrión o dos, o sea algo realmente tangible, esos días adquieren un significado diferente.
Porque una vez que una vez que te transfieren a ese pequeño cúmulo de células que en unos días podría acabar convirtiéndose en un embrión implantado o por el contrario y como ocurre en un porcentaje altísimo, sencillamente se reabsorbe en tu cuerpo se acabó la inocencia.
La mezcla de sentimientos es infinita:
- La gratitud por tener la posibilidad de que esto ocurra
- La esperanza de que ahí esté, por fin, TU HIJO
- El miedo a ilusionarte con las estadísticas y la calidad de tu embrión
- La incertidumbre sobre si intentar o no conectar con ese pequeño ser
- La seguridad de que si ocurre, es porque es el embrión “correcto”
- El pánico a no lograrlo nunca
- El nerviosismo por lo lento que va el tiempo hasta el día del análisis
- La felicidad al imaginar que sí, que esta vez puede ser.
- La emoción de poder decirle a tu pareja o a quien quieras, ¡positivo!
Seguro que tú tienes tu propia historia de betaespera y nunca es fácil
No te culpabilices por cómo lo vives
Y sobre todo no permitas que nadie venga a decirte cómo debes sentirte. Bastante tienes con estar viviendo esta presión.
Ahora necesitas amor, compañía, escucha y si es posible, unos brazos que te rodeen y te acompañen. Todo ello en la medida que tú lo demandes.
No se trata de que pongamos el mundo a nuestros pies sino que nos dejen vivir este proceso como nosotras necesitemos.
Y tú, ¿cómo estás consiguiendo llevar tus betaesperas?, ¿han sido muchas? ¿Cómo te has planteado enfrentarte a las siguientes?
Rocío Núñez
Los embriólogos no somos como los médicos: no tenemos el contacto diario que ellos mantienen con los pacientes. Sin embargo, no por eso podemos dejar de sentir cada paso de su proceso. Y a veces aún más, cuando hemos tenido, día a día, la imagen de sus gametos primero y de sus embriones después.
Y uno de los pasos más difíciles de todo el proceso, si no el mayor, es el de la betaespera. Porque la incertidumbre es lo peor que hay. El no saber que va a pasar.
Confiar, y al mismo tiempo no querer hacerse demasiadas ilusiones.
La betaespera es un término acuñado por las propias pacientes. Nosotros les explicamos que a los 16 días de la punción folicular tienen que hacerse una prueba de embarazo: esto es, un análisis de sangre donde determinamos la presencia de una hormona, la beta hCG, que es la que se detecta cuando ha habido implantación embrionaria.
Y de esperar la beta, la betaespera.
A menudo, cuando hablo con las pacientes y les explico que deben de intentar mantenerse ocupadas durante esos días, lo hago con la convicción de la dificultad que representa. Siento que ellas están pensando: Sí, como si eso fuera tan fácil…. Y sobre todo, y aún peor, las que repiten. Las que ya han pasado antes por ello, y es como si tuvieran que subir una escalera cada vez más empinada, cada vez más angosta, donde no se ve el final.
Eso no es óbice para buscar toda la información que se necesite. Algunas mujeres necesitan tener el control de la situación en cada momento, y es imposible que consigan olvidarse completamente de todo, que cierren la puerta y simplemente aguarden.
En esos casos, lo más sensato es mantener esa línea invisible pero firme y segura con nosotros. Llamar todas las veces que sea necesario a la clínica, plantearnos las dudas, las inquietudes, preguntar todo, aunque parezca absurdo, pedir la información que se precise. Porque siempre estamos ahí, esperando con ellas.
Mi experiencia con una paciente:
Hay una paciente que se hizo un ciclo de Fecundación in vitro, y que me escribía un correo casi todos los días en el tiempo de la betaespera. Preguntaba sobre la progesterona (se le olvidó ponérsela un día), o sobre los síntomas que tenía, si estaba algo más hinchada o si un día manchó un poquito. Pero sobre todo, cada vez que escribía se disculpaba por las molestias, y me decía que no quería incordiarme. Nada más lejos de la realidad.
La verdad es que cada correo suyo me trasladaba su nerviosismo y me hacía comprender por los momentos que estaba pasando.
Pero nunca me molestaba. Nunca sentí que fueran preguntas absurdas, aunque para nosotros fueran sin importancia, entendía que para ella fueran cruciales para encontrar la tranquilidad. Y eso es lo que yo quería transmitirle. No sé si lo conseguí, y si ese contacto diario le ayudó en su inseguridad. Pero lo bueno es que la beta fue positiva, y ahora está felizmente embarazada. Me imagino que ahora sus problemas son otros…
Y ya sé que es fácil decirlo (aunque no tanto!), y difícil hacerlo. Pero es que la betaespera no es el final del proceso. Puede ser un punto y seguido, o un punto y aparte. Pero nunca un punto y final. La esperanza no se acaba con un negativo, porque hay más oportunidades.
Este post también está publicado en el Blog «Creando una familia».