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Después de varios años, Rebeca y su marido, pacientes de FIV, disfrutan hoy de su paternidad
Esperanza, cuidado, atención y cariño es lo que sintieron Rebeca y su marido al adentrarse en Clínica Tambre. Esta pareja llevaba años intentando sin éxito quedarse embarazados por el método público, y cuando creían haber perdido toda oportunidad de formar una familia, descubrieron una puerta abierta a la que no dudaron en entrar.
Los inicios
Tres años estuvieron luchando para someterse a un tratamiento de Fecundación in Vitro en el sector público. Nos explica Rebeca, que al principio eran presos del desconocimiento, lo que unido a la lentitud y a falta de implicación y cariño depositado en ellos durante esos años, se vieron obligados a tomar la decisión de buscar una clínica privada quemando el último cartucho de cumplir su deseo.
Tras mirar en el cuadro médico de su seguro privado, conocieron a la que sería la clínica que les haría empezar un nuevo y exitoso proceso.
La primera visita a Clínica Tambre
Nos cuenta con una sonrisa en su rostro, que vivieron este día con mucha emoción, ya que sentían un gran parón en el proceso que estaban viviendo por otra vía. Entrar en Tambre y apreciar el trato humano y la implicación del cuadro médico que lo forma, unido al cariño recibido y a la calidad de la información que se les proporcionó, les hizo que no tuvieran que continuar su búsqueda de centro en el que recibir tratamiento, ya que habían encontrado la sensación que buscaban obtener y la preocupación por su estado emocional y físico que necesitaban. “De repente, nos sentimos muchísimo mejor”.
Una anécdota que contar…
Aunque le cuesta un poco encontrar algo destacable entre todas sus sensaciones positivas, nos confiesa que se creó un vínculo muy bueno con los enfermeros y médicos. Destaca el momento en el que recibió la esperada noticia “Nos llamaron cuando estábamos en el supermercado comprando jamón de York y no podíamos parar de llorar”.
El momento más duro
Rebeca quiere transmitir al resto de futuros padres, que se conciencien de que todo el proceso es duro y no hay que engañarse, aunque lo positivo y negativo está totalmente unido. El cuerpo lo nota ya que hay que someterse a intervenciones clínicas y los ánimos a veces flojean, pero el resultado para ellos ha valido muchísimo la pena.
Nos confiesa que, a pesar de la dureza del asunto, se sienten muy agradecidos porque recibían llamadas a diario donde les informaban de cuál era el estado de su tratamiento, lo cual les aportaba mucha tranquilidad.
El momento más bonito
“Cuando nos dijeron que la última lectura era de 500 frente a la anterior que era de 70, estábamos seguros de que lo habíamos conseguido”. Este instante, unido a cuando vieron a través de la ecografía a su esperada niña, han sido los momentos de esta experiencia que les han aportado mejores recuerdos.
¿y ahora?
Ahora la felicidad es su bandera y la sensación de agradecimiento es plena. Rebeca califica de “maravillosa” su situación actual, a pesar de las típicas noches sin dormir y del cansancio acumulado que conlleva tener un hijo.
Tanto es así, que incluso se plantean la posibilidad de animarse y repetir por segunda vez para darle un hermanito a su pequeña.
Un consejo para otras parejas en la misma situación
Nuestra entrevistada no duda ni un segundo en decirles a sus compañeros de experiencia que “no se esperen”. Hace hincapié en que el tiempo es oro y que hay que seguir las sensaciones que uno tiene y que, por lo tanto, cuando se despierta el instinto de tener hijos, tal y como le dijo la doctora Marbán, ginecóloga y experta en maternidad, “esto es una carrera de tiempo” y se debe buscar el lugar que mayor confianza te transmita e implicarse cuanto antes en luchar por lo que se quiere.